SABEN LEER PERO NOENTIENDEN LO QUE LEEN: UNA NUEVA GENERACIÓN DE ANALFABETOS
LOS
DISPOSITIVOS Y MEDIOS DIGITALES HAN AFECTADO PROFUNDAMENTE LA LECTURA, UNA DE
LAS FORMAS MÁS EFECTIVAS EN LA HISTORIA PARA OBTENER Y GENERAR CONOCIMIENTO
¿Cuándo
fue la última vez que leíste un texto, de principio a fin, sin desesperarte,
sin cansarte, sin interrumpir tu lectura, sin distraerte y sin querer pasar
urgentemente a otra cosa?
Esta
pregunta, por sencilla que pueda parecer, es capaz de revelar una de las
tendencias contemporáneas más preocupantes: el impacto del Internet y sus
tecnologías derivadas parece haber creado una nueva forma de analfabetismo
funcional, en el cual la gente sabe leer pero es incapaz de mantener su
atención lo suficientemente en la lectura como para comprender las ideas que
propone un texto o la abstracción inherente a toda escritura, y menos para
recrear los efectos emocionales y estéticos propios de ciertas obras.
Como
quizá muchos de nosotros sabemos por experiencia propia, la lectura ha
experimentado a lo largo de los últimos años una de las transformaciones más
importantes de su historia. Después de al menos un par de siglos de ser una
práctica realizada en silencio y con cierto grado de soledad, en nuestra época
ambas condiciones han cambiado radicalmente, pues el silencio ha sido
sustituido por un ruido casi omnipresente y multiforme: el ruido de la
distracción; e igualmente, la soledad en la que la lectura se desarrollaba ha
sido reemplazada poco a poco por una peculiar forma de la presencia y la
compañía (mensajería instantánea, redes sociales, etc.), capaz de irrumpir en
todo momento y circunstancia.
La “era de la ansiedad” que con lucidez desoladora prefiguró W. H. Auden ha
arrasado, entre muchos otros bienes, con la posibilidad de sentarse
tranquilamente a pasar las páginas de un libro, sumergirse en su lectura y
por un instante suspender la corriente incesante del tiempo para situar en su
lugar los acontecimientos que la escritura es capaz de implantar en nuestra
percepción.
La
constatación de este fenómeno no es un asunto menor. Si la lectura suele
considerarse importante a priori, es porque durante varios siglos
se dio por sentado que los libros eran la mejor forma de almacenar conocimiento
fuera de nuestra memoria. De todos los saltos civilizatorios que ha
experimentado la humanidad, la escritura fue uno de los más decisivos. Sin
ésta, es muy posible que nuestra especie seguiría repitiendo los mismos errores
de nuestros ancestros más remotos, y aunque en algunos casos esto sucede así,
en muchos otros, sobre todo aquellos relacionados con la técnica, la escritura
y la lectura han sido dos herramientas clave para el desarrollo de la cultura.
Vale
la pena recordar que leer no es únicamente descifrar los signos que conforman
una palabra, un párrafo o un libro entero, sino además entender de manera
amplia el sentido de aquello que se lee: su sentido literal y su sentido
figurado, el uso que se le da al lenguaje, el mensaje que se busca transmitir,
la posición ideológica desde la cual se habla y otras sutilezas presentes en un
texto. Los analfabetas funcionales de nuestra época tienen las habilidades
necesarias para descifrar las palabras, pero han perdido su comprensión
lectora. De cierta manera, este resultado puede verse como un desperdicio de
todos los recursos alguna vez invertidos en el esfuerzo de aprender a leer.
Entre
otros testimonios que podrían recabarse respecto de esta situación, quizá los
más elocuentes se encuentren entre los profesores de los niveles medio y
superior de la educación escolarizada. En numerosos casos, profesores de casi
cualquier disciplina han manifestado su preocupación por la dificultad de los
jóvenes para mantener su atención en una tarea.
En
cuanto al caso específico de la lectura, el periódico The Guardian recoge
como ejemplo la experiencia de Mark Edmundson, profesor de literatura inglesa
que ha constatado que existe una amplia reticencia de los estudiantes hacia las
obras más emblemáticas de los siglos XIX y XX, debido a que no tienen la
paciencia para leer profundamente. Edmundson habla incluso de una suerte de
“impaciencia cognitiva” que se interpone entre la mente del estudiante y la
recepción de la obra literaria.
Por su
parte Ziming Liu, de la Universidad Estatal de San José (California), ha
realizado estudios en torno a una práctica conocida en el mundo anglosajón
como skimming, lo cual puede traducirse como “hojear” (con cierta
evocación a la idea de destilar). De acuerdo con Liu, no son pocos los
estudiantes que ahora no hacen más que “hojear” los textos que leen, buscando
los términos que consideran importantes para pasar pronto a otra cosa.
Esta
forma de “leer”, sin embargo, va en contra de la naturaleza misma de la
lectura. Patricia Greenfield, psicóloga de la Universidad de California en Los
Ángeles, ha explicado en sus investigaciones que la lectura ocurre como un
circuito que requiere de todo un ambiente para desarrollarse y culminar en la
generación del conocimiento. Interrumpir alguna de las fases de ese circuito,
suprimir alguno de sus componentes, saltarse alguno de los pasos conduce
necesariamente a un resultado incompleto y en no pocos casos equivocado.
La expectativa de inmediatez a la que estamos tan habituados no puede cumplirse
en la lectura, en la cual los resultados se obtienen paulatina y gradualmente,
como culminación de un proceso que en sus etapas intermedias agrega cada vez
pequeños o grandes componentes que ya por sí mismos pueden considerarse
ganancias parciales.
Como hemos señalado en otros textos, nuestra época ha sido afectada de manera notable por la
transformación radical que trajo la invención del Internet y las comunicaciones
digitales. Un ámbito de esa transformación es, claramente, la capacidad de
atención del ser humano. La conexión 24/7 propia del Internet se convirtió en
una conexión también incesante para nuestra mente y, más aún, en una especie de
tiranía para nuestra atención.
¿Al
ser humano todavía le interesa acceder al conocimiento? Esta pregunta sin duda
está en el origen del interés que se puede tener por la lectura. Más allá de
las condiciones adversas o favorables, el interés por una tarea o por sus
resultados esperados es, indudablemente, la pieza clave que nos lleva a
emprender los esfuerzos necesarios para realizarla.
Lo paradójico sería que en una época que alguna
vez fue llamada la era de la información, el sujeto contemporáneo simplemente
prefiera vivir en la ignorancia, la mentira, el prejuicio o la ilusión de la
verdad: nubes del pensamiento que la lectura ayuda a disipar.
1 comentario:
Estimados alumnos, se realizó la lectura de este tema en clase, les pido realicen su aportación desde su punto de vista. Consideren como mínimo un párrafo de 5 líneas, es necesario hacer uso de lenguaje formal y profesional. Estoy atento a su participación.
Nota: Dirigirse al apartado comentarios para iniciar su participación.
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